El silencio fue creciendo y su eco se hizo tan fuerte que
gritaba en mis oídos, me desperté sobresaltada, mire por la ventana y una
espesa niebla cubría la calle, era una sombra etérea y traslucida hecha como de
agua y cristal, que a modo de un mar inexistente invadía la amplia avenida.
Sentí la boca amarga, el recuerdo de aquel beso, difuso y
abatido palpitaba entre mis labios deshabitados de ti, me sentí como aquella
calle desierta y envuelta entre las sombras. Furtiva, mi mirada, buscaba un
pequeño rayo de luz para ver detrás de aquella niebla y si los edificios que
nuestro amor habían construidos seguían allí o estarían en las antípodas de
nuestras vidas, parecía que a nuestros ojos se les habían olvidado el encanto
de asomarse a las ventanas y ver el tiempo pasar, suavemente, como si fuese el roce
de una sombra.
La mortecinas
luces del alba empezaban a desperezar el día, la calle empieza a despertarse,
la niebla como una inmensa cometa levanta el vuelo y deja ver que los edificios
siguen ahí, que nada ha cambiado, simplemente nuestros ojos dejaron de mirar
Sonrió y siento sobre mí, las manos cálidas de miles de
generaciones que me enseñan que en la vida no es todo color de rosa ,que entre
los blancos y los negros, están los grises y entre ellos está escondida una
música que nunca se ve, ni se oye y que son las que mueve las manecillas del
reloj con un melodioso compás para que no nos perdamos entre la niebla de
nuestros sentimientos.
Carmen
Pacheco Sánchez
Un grato placer...pasar por tu blog y leer un poco de tus cosas....Mis abrazos.SOL.
ResponderEliminarUn abrazo y mil soles para ti que iluminen tu camino
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