viernes, 20 de septiembre de 2013

EL Camino: La vejez

El Camino:  La vejez
Hace 63 años empecé andar el camino de la vida, he andado la mayor parte de este camino sin preguntarme cual  era ese final, hoy que ya lo diviso en el horizonte me parece extraño, las huellas del tiempo se dejan notar  poco a poco en mi cuerpo, pero yo solo lo noto en que mis ojos son los que mira con otros matices el camino recorrido y el que me queda por recorrer.
Hoy camino con pasos valientes y ebrios de vida, porque he aprendido que la vejez es un estado mental, más que un  desgaste  físico, nada está exento de luces y de sombras, pero ¿Qué importa? Llego al último acto y el telón cae y es necesario sonreír a la vida y vivir el momento,  ese acto final debe ser apoteósico, no podemos  dejar que la obra se malogre solo por dejarnos  cae en un letargo , quizás no podamos danzar con los pasos ágiles de antaño pero  podemos  utilizar todos los recursos que hemos ido adquiriendo a lo largo de la vida y mostrar que la vejez no es esa que nos quieren hacer ver aquellos que no la entienden y que le tienen miedo
Del ayer más remoto, pasamos al tic tac de los segundos y solo debemos centrarnos en esos segundos y escuchar sus ecos, como se escucha las más bella de las melodías, dejando que llegue a nuestros corazones y sentir que sus latidos se amortiguan y un viento de libertad se apodera  de nosotros, de ahora en adelante y sin cambiar nuestros pasos seguiremos en la senda sin mirar atrás , por que mirar atrás es contemplar el paso del tiempo .
Hablamos de un futuro extraño y dócil, que con humana desazón vemos que nos va despojando de los sentidos  pero ¿donde estaríamos si no llegamos a la meta final? ¿Porque no ver esa belleza en la vejez? En vez de mirarla como el final del camino, debemos de verla como la meta alcanzada, y disfrutar del trofeo  conseguido.

Nacemos para eso y el camino entre la salida y la meta es solo un paréntesis lleno de buenos y malos momentos, que debemos de desterrar o saborear, sin más beneficio que saber cómo dar los pasos  dentro del camino de la vida.

lunes, 16 de septiembre de 2013



Cuando huelen los recuerdos

Cierro los ojos y los aromas de mi niñez entran por mi nariz.
Huele al agua de lavasa con jabón verde, de aquel pilón donde lavaba mi madre, qué bajo la sombra de la higuera adormecía en las tardes de verano.
Huele a jara, a tahona de pan caliente de mis mañanas de inviernos camino del colegio y a  voces adormiladas pregonando “el bollito francé , calentito pa er café”
Me huele a café con cebada tostada, a ese café de puchero que despertaba las claras del día por cada rincón  de mi niñez.
Me huele a las migas de mi tío Juan, que con tanta parsimonia picaba y doraba en una enorme sartén en la candela, sin prisas, como se hacían las cosas  antes.
M e huele al dulce de membrillo que mi tía Carmen nos hacía, a rosquitos y a polea, a los pestiños de mi tía Elena crujientes y frágiles.
Me  huele a tierra mojada, del  Paseo del Moro por las mañanas de primavera
Me huele Semana Santa, olor a cera e incienso
Me huele a otoños de mantecado, pasando la carretera de la estación, a confitería por la Plazuela y a la matalahúga de los anises por la Placilla el Borrego
Me huele a “Cachito” y a al jabón Heno de Pravia, cuando recién lavado en aquel baño de zinc , calentada el agua al sol, todos los niños y los no tan niños íbamos camino del cine  en las tarde de verano.
Me huele aulaga, a candela de matanza,cuando la asepsia  aun no importaba y se mataban los cochinos en medio de la calle.
Recuerdos olorosos que evocan imágenes, imágenes que se quedaron  grabadas en mi mente, las miro sin  añoranza, pero me traen momentos maravillosos que a veces son la inspiración de mis poemas.

El olor de los recuerdo, es, un olor de olores que ningún perfume puede superar  por que forma parte de nuestras vivencias  

lunes, 2 de septiembre de 2013

EL MERCADILLO DE LAS COSAS VIEJAS Y LOS RECUERDOS


Recuerdos
El mercadillo de las cosas viejas de mi pueblo no es solo un mercadillo para comprar, para mí es un mercadillo donde “pescar” recuerdos
El tiempo pasa y los recuerdo se amontonan, paseo por La Plazuela y veo el cambio que el tiempo hizo en ella, pero  los recuerdos son fotogramas que salen entre las esquinas de sus callejas , recuerdo que se envuelven entre una aureola de imaginación y realidad.
Una figura alta se abre paso entre la gente y en mi mente  acciona ese resorte que hace que un recuerdo se forme en una imagen real.
Mi abuelo
 Era alto, enjuto, tocaba su cabeza con una mascota negra, que le daba un porte señorial a pesar de sus ropas de poca calidad, iba impecablemente limpio, botas oliendo a betún, que brillaban sobre los adoquines como dos bruñidos escudos, camisa a rayas, pantalón gris y chapona a juego, no tenía prisa al andar, y sus largas y huesudas manos se apoyaban con los dedos pulgares en el bolsillo del chalequillo que completaba su atuendo.
Esa es la imagen que más me gusta recordar de mi abuelo. Las 12: 30 de la mañana salíamos del colegio, La Caridad,  un antiguo convento convertido en colegio donde aprendí mis primeras letras. (Ahora Casa de la Cultura y Biblioteca Pública)  la salida de las clases de la mañana era una pequeña fiesta para mí y mis hermanas, todos los días mi abuelo estaba esperándonos y los pequeños bolsillos de su chaleco guardaban un tesoro donde podíamos encontrar  las bolitas de anís y el negro regaliz que allí se escondía.
Los compadres
Me hace volver a la realidad una voz amiga que me saluda, me paro ,un saludo y un abrazo, la conversación arrastra un recuerdo más, hablamos de la amistad de nuestros padres del padrinazgo de nuestras hermanas por parte de ellos, y la conversación deriva en “El Santo de los Pergaras” Así nombrado por el grupo de amigos “Los Compadres” se llamaban así porque todos eran compadres, sus hijos eran bautizados por una madrina y todos ellos eran los padrinos del niño de turno, El santo era San Nicolas de Tolentino, en la esquina de la calle del mismo nombre se encuentra una taberna que aun resiste el paso del tiempo, por aquel entonces era regentada por “El Percha” componente de aquel grupo de amigos, donde mi padre y el padre de mi interlocutora formaban parte. Allí terminaban todas las noches aquel grupo de amigos que entre bromas pusieron a San NICOLAS el sobre nombre del El Santo de los Pergaras, por esa costumbre tan cazallera de decir pergaras a los que les gusta salir más de la cuenta, esta conversación que entre risas nos llevó hasta nuestra niñez, enlazando con más recuerdos.

Echando la red
Como todos  domingo primero de mes y la Plazuela está a rebosar es “El mercadillo de las cosas viejas”. Solo tengo que dar unos pasos más  para que un nuevo y viejo recuerdo me asalte. En un tenderete unas perchas de alambres me vuelven a mi niñez, ¡perchas para pajaritos!!  Y me encuentro con otro recuerdo.
Un regajo donde abrevan los gorriones, los jilgueros y otros pequeños pájaros, en las horas más calurosas de primero del verano. Mi padre ha dispuesto un chozo con las ramas tiernas de los árboles con una puerta y un ventanuco, lo justo para poder camúflanos y desde allí sujetar la cuerda de la red. Mis hermanos esperan su turno en una sombra cercana, lo justo para no alterar con sus risas y juegos la placidez de la tarde y el sonido cantarín de las aguas, donde una traicionera red espera a los inocentes pájaros. Ajenos a lo que les esperan los pequeños pajarillos  se van posando en las tranquilas aguas para calmar su sed, con paciencia esperamos mi padre y yo allí camuflado que varios de ellos se relajen y otros más se acerquen, con un susurro la voz de mi padre me dice – Ya , tiro de la cuerda y… Zas,  la red cae sobre ellos , mis risas se cambian por lagrimas cuando mi padre con un golpe certero va dejando caos a todas aquellas tiernas aves, solo los jilgueros se libran de la masacre. No voy a decir que mi llanto duro mucho, pues el guiso de arroz calmo todos mis remordimientos y solo hoy guardo en mi memoria un recuerdo sin traumas  de aquel día junto a mi padre y mis hermanos y de una tarde maravillosa.

El Velón

Un velón atrae mi atención, se parece al que tenía mi tía María en una mesa que pegada a la pared que hacía las veces de consola en su comedor, solo la vista de aquel velón me trae recuerdos de campos, de días de vendimias, de matanzas, de pozo en medianía ,donde como en un antiguo torno pasaban los rosquitos , las uvas, membrillos y toda clase de frutos del campo que la tía María nos regalaba y a través del pozo pasaban a mi casa con toda discreción ,sin que nadie se enterara, cosa muy importante al parecer en aquellos tiempos, afectos que el tiempo no borran, tardes de novelas en la radio que la tía María escuchaba en mi casa, porque ella no tenia radio. Las noches al fresco puerta con puerta, el refugio de los brazo de ella y de mi abuela, la chiquillería cantando a la rueda, las cuatro esquinitas, el juego del aro y sobre todo aquellos cuento que nos contaban que hacían las noches de verano un placer esperado cada año después del largo invierno.    
Me voy parando con unos y otros, saludo y me recreo disfrutando de la gente de mi pueblo, me siento a gusto entre ellas, no hay artificios, todo cuadra en mi entorno y siento que formo parte de ese todo. Este Mercadillo de las Cosas Viejas es como un desván al aire libre llenos recuerdos, guardados en el baúl de la memoria.  
Me han dicho que la vejez es un paso a la niñez en la mente de las personas, y pienso.- ¿Me estaré haciendo vieja? Sé que el tiempo pasa, pero no siento la vejez, solo en estos momentos que se me antojan tan lejanos y son por los que  puedo medir el paso de la vida, ese momento y ver a mis hijos hechos hombres y mujeres y mis nietas creciendo y sobrepasando mi cabeza sus lindas caras.

Bebo con avidez cada sorbo que las calles y la gente de mi pueblo me regalan, y lleno mis pulmones con el aire puro de su sierra para volver otra vez a la ciudad, donde permanecerán dormidos los recuerdos hasta que vuelva y un sonido, una figura o un olor, me hagan revivir otro recuerdo y otro momento de mi vida.