lunes, 2 de septiembre de 2013

EL MERCADILLO DE LAS COSAS VIEJAS Y LOS RECUERDOS


Recuerdos
El mercadillo de las cosas viejas de mi pueblo no es solo un mercadillo para comprar, para mí es un mercadillo donde “pescar” recuerdos
El tiempo pasa y los recuerdo se amontonan, paseo por La Plazuela y veo el cambio que el tiempo hizo en ella, pero  los recuerdos son fotogramas que salen entre las esquinas de sus callejas , recuerdo que se envuelven entre una aureola de imaginación y realidad.
Una figura alta se abre paso entre la gente y en mi mente  acciona ese resorte que hace que un recuerdo se forme en una imagen real.
Mi abuelo
 Era alto, enjuto, tocaba su cabeza con una mascota negra, que le daba un porte señorial a pesar de sus ropas de poca calidad, iba impecablemente limpio, botas oliendo a betún, que brillaban sobre los adoquines como dos bruñidos escudos, camisa a rayas, pantalón gris y chapona a juego, no tenía prisa al andar, y sus largas y huesudas manos se apoyaban con los dedos pulgares en el bolsillo del chalequillo que completaba su atuendo.
Esa es la imagen que más me gusta recordar de mi abuelo. Las 12: 30 de la mañana salíamos del colegio, La Caridad,  un antiguo convento convertido en colegio donde aprendí mis primeras letras. (Ahora Casa de la Cultura y Biblioteca Pública)  la salida de las clases de la mañana era una pequeña fiesta para mí y mis hermanas, todos los días mi abuelo estaba esperándonos y los pequeños bolsillos de su chaleco guardaban un tesoro donde podíamos encontrar  las bolitas de anís y el negro regaliz que allí se escondía.
Los compadres
Me hace volver a la realidad una voz amiga que me saluda, me paro ,un saludo y un abrazo, la conversación arrastra un recuerdo más, hablamos de la amistad de nuestros padres del padrinazgo de nuestras hermanas por parte de ellos, y la conversación deriva en “El Santo de los Pergaras” Así nombrado por el grupo de amigos “Los Compadres” se llamaban así porque todos eran compadres, sus hijos eran bautizados por una madrina y todos ellos eran los padrinos del niño de turno, El santo era San Nicolas de Tolentino, en la esquina de la calle del mismo nombre se encuentra una taberna que aun resiste el paso del tiempo, por aquel entonces era regentada por “El Percha” componente de aquel grupo de amigos, donde mi padre y el padre de mi interlocutora formaban parte. Allí terminaban todas las noches aquel grupo de amigos que entre bromas pusieron a San NICOLAS el sobre nombre del El Santo de los Pergaras, por esa costumbre tan cazallera de decir pergaras a los que les gusta salir más de la cuenta, esta conversación que entre risas nos llevó hasta nuestra niñez, enlazando con más recuerdos.

Echando la red
Como todos  domingo primero de mes y la Plazuela está a rebosar es “El mercadillo de las cosas viejas”. Solo tengo que dar unos pasos más  para que un nuevo y viejo recuerdo me asalte. En un tenderete unas perchas de alambres me vuelven a mi niñez, ¡perchas para pajaritos!!  Y me encuentro con otro recuerdo.
Un regajo donde abrevan los gorriones, los jilgueros y otros pequeños pájaros, en las horas más calurosas de primero del verano. Mi padre ha dispuesto un chozo con las ramas tiernas de los árboles con una puerta y un ventanuco, lo justo para poder camúflanos y desde allí sujetar la cuerda de la red. Mis hermanos esperan su turno en una sombra cercana, lo justo para no alterar con sus risas y juegos la placidez de la tarde y el sonido cantarín de las aguas, donde una traicionera red espera a los inocentes pájaros. Ajenos a lo que les esperan los pequeños pajarillos  se van posando en las tranquilas aguas para calmar su sed, con paciencia esperamos mi padre y yo allí camuflado que varios de ellos se relajen y otros más se acerquen, con un susurro la voz de mi padre me dice – Ya , tiro de la cuerda y… Zas,  la red cae sobre ellos , mis risas se cambian por lagrimas cuando mi padre con un golpe certero va dejando caos a todas aquellas tiernas aves, solo los jilgueros se libran de la masacre. No voy a decir que mi llanto duro mucho, pues el guiso de arroz calmo todos mis remordimientos y solo hoy guardo en mi memoria un recuerdo sin traumas  de aquel día junto a mi padre y mis hermanos y de una tarde maravillosa.

El Velón

Un velón atrae mi atención, se parece al que tenía mi tía María en una mesa que pegada a la pared que hacía las veces de consola en su comedor, solo la vista de aquel velón me trae recuerdos de campos, de días de vendimias, de matanzas, de pozo en medianía ,donde como en un antiguo torno pasaban los rosquitos , las uvas, membrillos y toda clase de frutos del campo que la tía María nos regalaba y a través del pozo pasaban a mi casa con toda discreción ,sin que nadie se enterara, cosa muy importante al parecer en aquellos tiempos, afectos que el tiempo no borran, tardes de novelas en la radio que la tía María escuchaba en mi casa, porque ella no tenia radio. Las noches al fresco puerta con puerta, el refugio de los brazo de ella y de mi abuela, la chiquillería cantando a la rueda, las cuatro esquinitas, el juego del aro y sobre todo aquellos cuento que nos contaban que hacían las noches de verano un placer esperado cada año después del largo invierno.    
Me voy parando con unos y otros, saludo y me recreo disfrutando de la gente de mi pueblo, me siento a gusto entre ellas, no hay artificios, todo cuadra en mi entorno y siento que formo parte de ese todo. Este Mercadillo de las Cosas Viejas es como un desván al aire libre llenos recuerdos, guardados en el baúl de la memoria.  
Me han dicho que la vejez es un paso a la niñez en la mente de las personas, y pienso.- ¿Me estaré haciendo vieja? Sé que el tiempo pasa, pero no siento la vejez, solo en estos momentos que se me antojan tan lejanos y son por los que  puedo medir el paso de la vida, ese momento y ver a mis hijos hechos hombres y mujeres y mis nietas creciendo y sobrepasando mi cabeza sus lindas caras.

Bebo con avidez cada sorbo que las calles y la gente de mi pueblo me regalan, y lleno mis pulmones con el aire puro de su sierra para volver otra vez a la ciudad, donde permanecerán dormidos los recuerdos hasta que vuelva y un sonido, una figura o un olor, me hagan revivir otro recuerdo y otro momento de mi vida. 

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