domingo, 7 de febrero de 2016

El síndrome del nido vacío





Hoy recordaba a mis hijos sentados en mi regazo, sus primeras palabras, aquellos primeros pasos y  como poco a poco  fueron creciendo, sus estudios, sus primeros tacones en mis hijas, mi hijo la mili, sus primeros amores y esas noches en vela de sus primeras salidas a fiestas, sus trabajos, sus bodas y otras tantas razones que me hacían estar en alerta. Recuerdos que fuero llenado cada día de mi vida, pues ellos eran el timón y la vela, que a mi alma y a mi vida sostenían.

Yo  me sentía como aquellas gallinas cluecas con sus pollitos, intentando protegerlos, al tiempo que les iba enseñando a caminar e independizarse y llego el día que sentí el  nido vació.
Estoy al filo de mi vejez y creía  que el hogar se iba quedando vacío, porque  ya no los ves todos los días y a veces, por un momento, aunque fuera solo unos minutos, me gustaría  volverlos a tener entre mis brazos  y acariciarles sus caras, qué sus risas y sus voces inundaran  todos los rincones de mi casa, tejerles con mis manos y mi amor una enorme carpa y arroparlos debajo de ella, pero me doy cuenta que ese tiempo ya pasó.

Cuando crees que ya  nos quedaremos solo los dos, igual que cuando empezamos, el tiempo gira y es solo un ciclo  y da otro giro y un nuevo ciclo empieza y otra vez  en nuestro hogar vacío hay nuevos pasos, nuevas cosas y veo como mis manos se me llenan otra vez y esa carpa de cariño que quería hacer, la tengo que tejer más y más grande, porque nuestro piso se vuelve a llenar y otros besos y otros ojos, en mi pecho se arropan y mi  casa ya no se siente, ni  triste, ni  vacía , otras cosechas llegan.
Y vuelvo a ponerle al nido ramitas de tiernas plantas sintiendo que tras de las brumas el corazón se me agranda y que de unos pocos se hacen muchos, la vida me envuelve con un estallido de nuevas primaveras, unos versos floridos con manitas de terciopelos y saladas perlitas de llantos se refugian en está vejez, y mis manos como pañuelos van enjugando otros quebrantos, de nuevo, los pañales y los biberones y pasitos indecisos, otra vez vuelves a contar cuentos y con las viejas fotos amarillentas, enseñas el valor de la familia, otra vez los trajes de comuniones vuelves a coserlos, llenado sus ojos de felicidad  y otros primeros tacones, y otras primeras fiestas y mis nietas, llenan sus vida con sus  ilusiones primeras.
Y yo le tiendo mis manos cubriéndolas de besos, siento en mi pecho latir el corazón de contento y gira el ciclo de la vida como ese carrusel y vuelves a sentir las mismas emociones los mismos sentimientos, las mismas preocupaciones  y te das cuenta que el nido nunca estuvo vacío, solo que salieron a buscar sus vidas y vuelven al refugio y al calor de los padres y que ahora eres también abuela y que los sentimientos se multiplican y siempre te buscaran como un puerto seguro en los buenos y malos momentos.

Ya sé que son solo cosas de la abuela Carmen pero también sé que hay muchas abuelas Carmen por ahí, que han sentido el síndrome del nido vacío  
Carmen Pacheco Sánchez