Hoy
recordaba a mis hijos sentados en
mi regazo, sus primeras palabras, aquellos
primeros pasos y como poco a poco fueron creciendo, sus
estudios, sus primeros tacones en mis hijas, mi hijo la mili, sus primeros
amores y esas noches en vela
de sus primeras salidas a fiestas, sus trabajos, sus bodas y
otras tantas razones que me hacían
estar en alerta. Recuerdos que fuero llenado cada día
de mi vida, pues ellos eran el timón y la vela, que a mi alma y a mi
vida sostenían.
Yo me sentía como aquellas
gallinas cluecas con sus pollitos, intentando protegerlos, al tiempo que les iba
enseñando a caminar e independizarse y llego el día que sentí el nido vació.
Estoy al filo de mi vejez y creía que el hogar se iba quedando vacío, porque ya no los ves todos los días y a veces, por un momento, aunque fuera solo unos minutos, me gustaría volverlos a tener entre mis brazos y acariciarles sus caras, qué sus risas y sus voces inundaran todos los rincones de mi casa, tejerles con mis manos y mi amor una enorme carpa y arroparlos debajo de ella, pero me doy cuenta que ese tiempo ya pasó.
Estoy al filo de mi vejez y creía que el hogar se iba quedando vacío, porque ya no los ves todos los días y a veces, por un momento, aunque fuera solo unos minutos, me gustaría volverlos a tener entre mis brazos y acariciarles sus caras, qué sus risas y sus voces inundaran todos los rincones de mi casa, tejerles con mis manos y mi amor una enorme carpa y arroparlos debajo de ella, pero me doy cuenta que ese tiempo ya pasó.
Cuando crees que ya nos quedaremos solo los dos, igual que cuando empezamos,
el tiempo gira y es solo un ciclo y da otro
giro y un nuevo ciclo empieza y otra vez en nuestro hogar vacío hay nuevos pasos,
nuevas cosas y veo como mis manos se me llenan otra vez y
esa carpa de cariño que quería hacer, la tengo que tejer más y más grande,
porque nuestro piso se vuelve a llenar y otros
besos y otros ojos, en mi pecho se arropan
y mi casa ya no se siente, ni triste, ni vacía , otras cosechas llegan.
Y vuelvo a ponerle al nido ramitas de tiernas plantas sintiendo que tras de las brumas el corazón se me agranda y que de unos pocos se hacen muchos, la vida me envuelve con un estallido de nuevas primaveras, unos versos floridos con manitas de terciopelos y saladas perlitas de llantos se refugian en está vejez, y mis manos como pañuelos van enjugando otros quebrantos, de nuevo, los pañales y los biberones y pasitos indecisos, otra vez vuelves a contar cuentos y con las viejas fotos amarillentas, enseñas el valor de la familia, otra vez los trajes de comuniones vuelves a coserlos, llenado sus ojos de felicidad y otros primeros tacones, y otras primeras fiestas y mis nietas, llenan sus vida con sus ilusiones primeras.
Y yo le tiendo mis manos cubriéndolas de besos, siento en mi pecho latir el corazón de contento y gira el ciclo de la vida como ese carrusel y vuelves a sentir las mismas emociones los mismos sentimientos, las mismas preocupaciones y te das cuenta que el nido nunca estuvo vacío, solo que salieron a buscar sus vidas y vuelven al refugio y al calor de los padres y que ahora eres también abuela y que los sentimientos se multiplican y siempre te buscaran como un puerto seguro en los buenos y malos momentos.
Y vuelvo a ponerle al nido ramitas de tiernas plantas sintiendo que tras de las brumas el corazón se me agranda y que de unos pocos se hacen muchos, la vida me envuelve con un estallido de nuevas primaveras, unos versos floridos con manitas de terciopelos y saladas perlitas de llantos se refugian en está vejez, y mis manos como pañuelos van enjugando otros quebrantos, de nuevo, los pañales y los biberones y pasitos indecisos, otra vez vuelves a contar cuentos y con las viejas fotos amarillentas, enseñas el valor de la familia, otra vez los trajes de comuniones vuelves a coserlos, llenado sus ojos de felicidad y otros primeros tacones, y otras primeras fiestas y mis nietas, llenan sus vida con sus ilusiones primeras.
Y yo le tiendo mis manos cubriéndolas de besos, siento en mi pecho latir el corazón de contento y gira el ciclo de la vida como ese carrusel y vuelves a sentir las mismas emociones los mismos sentimientos, las mismas preocupaciones y te das cuenta que el nido nunca estuvo vacío, solo que salieron a buscar sus vidas y vuelven al refugio y al calor de los padres y que ahora eres también abuela y que los sentimientos se multiplican y siempre te buscaran como un puerto seguro en los buenos y malos momentos.
Ya sé que son solo cosas de la abuela Carmen pero también sé que hay
muchas abuelas Carmen por ahí, que han sentido el síndrome del nido vacío
Carmen Pacheco Sánchez
Carmen Pacheco Sánchez
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