Como la azada en el surco,
es el alma del poeta.
Golpe tras golpe en la tierra
va clavando su piqueta.
Y allí deja su semilla
escondidas entre letras.
Cada surco es un poema,
cada libro una cosecha.
Versos curtidos al sol
en las tierras de ilusiones
alimento para el alma
y emoción de corazones
Sembradores de poemas
por tertulias y tabernas
Sus sueños son desgranados
al rededor de una mesa
Y aquel que les quiera oír
que perdone sus torpezas
Que sembradas con azadas
golpe a agolpe y franqueza
Fue sembrando su poesía
sin esperar recompensas.
Porque las cosas del alma
son el fruto de sus letras.
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