Desayuno sin diamantes
Al trasluz de la ventana
contemplé aquel verdeoro liquido, incline suavemente el recipiente y un hilo
oleoso corrió en armoniosa y delicada cascada hacia el plato, donde un trozo de
tierno pan, esperaba el néctar dorado que fue empapando con su suave textura la
hogaza de pan. El dulce amargor empapo mis papilas lubricando mi garganta y
lleno mi boca de los sabores y olores de mi tierra, dilaté mi boca con una
sonrisa mientras mis labios brillaban besados por el más perfecto de los aceite
de oliva. La taza de café esperaba humeante para completar mi desayuno… Recordé
aquella película de Audrey Hepburn “desayuno con diamante” mientras miraba la
aceitera , que junto a la ventana era atravesada por un rayo de sol matutino,
convirtiéndola en una hermosa joya.
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