domingo, 19 de febrero de 2017

Mi Camino a la Carrasquilla



Mi Camino a la Carrasquilla
Siempre han quedado en mis recuerdos las veces que hice el camino a la Carrasquilla, ya entonces, mi imaginación era un arma para evadir la realidad que por aquella época nos tocó vivir, a unos peor que a otros ,nuestra familia era una piña en lo bueno y en lo malo y eso ayudaba mucho ,así, que con el pasar del tiempo solo prevalecen los mejores recuerdos.
Habían dado las doces en el reloj de la iglesia, y como un reloj mi tía funcionaba en la cocina.
 -Venga ya está la comida en el canasto, ¿Quien va a llevar hoy la comida? ,
No sé qué pasaba, pero pocos voluntarios habían para ese menester, así que como casi siempre me tocó a mí. El canasto de mimbre primorosamente tejido por las manos de mi tío Juan , contenía una ollita de porcelana rojiza llena de puchero con su “pringra”, medio pan y una botellita de vino, cubierto todo por una servilleta de vichy de cuadros azules y blancos que mi abuela había rematado con una puntilla a ganchillo en blanco , allí llevaba   la comida para mi tío y para mí .
El camino no era largo, pero en pleno verano y a las doces del medio día parecía un poco más largo de lo que era y la cesta se iba haciendo más pesada.
No quería demostrar que aquello a mí me gustaba y disfrutaba del camino, a demás ,que el llevar la comida, me libraba de quitar y poner la mesa y del fregado del medio día, cosa que no me gustaba. Mi tía me daba  el sombrero y  la cesta, recomendándome que saliera por la puerta del corral y así ahorrarme un pequeño trecho, y sin que no me olvidara de que no tenía que hablar con nadie ,ni pararme tampoco, “que no se sabe nunca lo que puede pasar” esas eran sus palabras sin más explicación .
Pasado el Chorrillo dejando atrás la Huerta de Conejo ,el camino se hacía cada vez más polvoriento y seco y aquello alertaba mis sentidos pues ahí era cuando yo empezaba a disfrutar, todos los niños y niñas que yo conocía tenían miedo de las bichas y de los lagartos, yo, en cambio, buscaba con la mirada a ver si tenía la suerte de que una culebra  se cruzara  en mi camino , cosa no rara en esas hora del día, pero que no pasaba con la frecuencia que a mí me gustaba, el corazón se me aceleraba y intentaba estar quieta para que pasara lo más cerca de mí , si mis recuerdos no me traicionan  o la imaginación  no me hacía ver más allá de la realidad algunas  de las que vi , eran casi tan largas como el ancho del camino , otras veces veía grandes lagartos tomando el sol sobre las piedras y preciosas lagartijas de un color verdoso brillante corretear entre las hierbas, asustadas por mis pisadas , mariposas de colores anaranjados, otras negras o  las blancas, alegraban la vista por su belleza . Los cagajones de las bestias también estaban en mi punto de mira, pues me parecían muy graciosos los escarabajos peloteros haciendo sus bolas, todo el camino era un mundo que se iba descubriendo a mis pasos ,¡Vamos!  los documentales de la 2, en vivo y en directo .
El desvió de la trocha para la carrasquilla no era menos agradable, pronto las higueras empezaban y sus sombras se agradecía, la voz de mi tío esperándome mientras sacaba un cubo de agua fresca del pozo, y yo sabía que él y yo ,seríamos los primeros en probar los primeros tomates, los melones o sandias del año, esa era la recompensa de llevarle la comida, no poca para aquellos tiempos.
Sentados a la sombra comíamos y después de descansar y con mi cesto ya vacio volvía a pueblo otra vez disfrutando de la naturaleza, al llegar al pueblo un buen sorbo de agua del chorrillo para coger fuerzas y subir por la Cuesta del Vicario y saboreando el momento de decir que ya había probado, el primer melón ,o la primera la sandia, así me vengaba de los que no querían ir  a la carrasquilla a llevar la comida.  ( lo del fregado no lo dije nunca ,no fuera que se me acabara el chollo )
Carmen Pacheco

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